domingo, 10 de enero de 2010

UNA REVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA

Desde fuera soñamos con el país como un punto de encuentro. Necesitamos volver a pensar y a creer en Colombia, pero no podemos hacerlo si quienes dicen gobernarnos son los que nos gobiernan. Para volver a la dignidad de Colombia, tenemos que sacudirnos de encima las condiciones de desigualdad que nos han impuesto, la sujeción al crimen, el temor a quienes, como miembros del gobierno, forman parte o son agentes de la delincuencia organizada. Hay también miembros o agentes de esa delincuencia en el Congreso, en los tribunales, en los medios de información, en las organizaciones cívicas y religiosas, en la educación, en las empresas privadas y en las estatales. Dejándolos desempeñarse a su acomodo, nosotros somos cómplices de ese país que depende del crimen. La segunda de nuestras tareas es la de darle una vuelta de tuerca a esa conducta, la de participar en una revolución de la conciencia, que comience por llevar a los criminales ante la justicia, para que sea ella la que decida sobre su suerte y los castigue.

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