viernes, 12 de marzo de 2010

¿POR QUÉ CREERÁ EL PODER QUE TODOS SOMOS TAN OBDULIOS?

Fernando Garavito

En el caso de Mauricio Trujillo, el alcalde de Ureña, los medios en Colombia, las grabaciones del DAS y la sórdida sombra de nuestra abuela de cada día, secreta y desalmada, se busca provocar un efecto dominó en la política internacional del país. Los dos protagonistas que han caído en la trampa: el candidato y el alcalde, tendrían apenas la estatura para uno de esos cuentos locales que García Márquez supo manejar con mano maestra. Pero, ¿cuál es la mano maestra en este caso? No lo es la historia que habla, otra vez, de la forma tramposa como se hace nuestra política. Eso es lo de menos. La real dimensión sale de la posibilidad de que el asunto llegue a Miraflores: yo tumbo esta ficha para que se caiga esta otra, para que se derrumbe la que sigue, para que se desmorone la que viene después, para que tiemble la próxima, y para que ningún títere conserve su cabeza mientras la demolición llega donde debe llegar, con la posibilidad del mismo discurso por la televisión, de la misma alharaca alrededor del terrorismo, de los mismos nuevos hallazgos en el computador de Raúl Reyes, del mismo grosero “sea varón”, lanzado como un desafío en alguna de las cumbres, todo ello con el propósito de seguir alimentando el fantasma doméstico que sacan a relucir los medios de bolsillo cuando los mensajeros del poder lo necesitan.

Estas son las tempestades en los vasos de agua que levanta la administración cuando quiere que sus crímenes pasen desapercibidos. Pero el asunto ya no convence a nadie. Otra vez los chivos expiatorios que van felices hacia el matadero porque ¡por fin! alguien se dio cuenta de su existencia; otra vez los administradores de la verdad que se apresuran a poner de presente su condición de sepulcros blanqueados; otra vez los grandes protagonistas que siguen ahí, con las garras y los colmillos listos para el ataque. Prepárense, acá vamos a darnos unas cuantas dentelladas. Que haya suspenso. Que lluevan mensajes. Que escriban artículos. Que se muevan las tropas. Pero, ante todo, que nadie se dé cuenta de que mientras asistimos a esa mediocre obra de teatro, el crimen sigue a la orden del día. Nuestra abuela se está volviendo demasiado vieja, y se repite. Ojalá algún alma caritativa le ayude a comprender que nosotros ya no somos tan tontos como para seguir pendientes de su reiterativo cuento chino.

¿Por qué creerá el poder que todos somos tan obdulios? Mi propuesta es que le demos la espalda a la mediocridad, y que comencemos a pensar en la forma de hacer otra política, otro gobierno, otro lenguaje, otro país, que rompamos esquemas, que nos salgamos por la tangente cuando todos esperan que caigamos en el círculo de las ideas construidas. No repasemos el eterno camino. Lo viejo, todos lo sabemos, no resultó. Y sus métodos ya poco y nada nos convencen.

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